miércoles, 23 de enero de 2008

INGUNZA el eguren arequipeño

El poeta de los labios de cristal

Por: Carlos Tapia Delgado

Ingenuidad, infantilismo, estupefacción, figuras. Nostalgia autentica y provinciana. Una voz local que identifica palabras y códigos únicos que dan color a los versos.
De mostrar una felicidad domesticada; que se sacia por su sed de limite en l magia infantil, evocada por la nostalgia.
UN surrealismo de bolsillo atraviesa las metáforas. Elementos menores de la realidad son escogidos y sazonados de mucho pigmento lírico acaso para unir ingenuidad, infantilismo, estupefacción.

En LABIOS FILOSOS PARA UN CARNOSO CRISTAL, Víctor Ingunza, ha elegido un tono menor adrede que exhibe mucho talento para lograr imágenes; pero precisamente esa brillantez atrofia el ritmo y produce una divagación semántica, NO NITIDEZ comunicativa.

Al modo de Juan Cristóbal recarga el verso con imágenes y color haciendo pesados vagones que no logran discurrir con claridad y significado mayores; metáforas para iniciados que ocultan sus significados e invitan, a adentrarse en ese mundo personal y transferible.

Esta poesía apuesta por el sueño por la imagen sorda y vivaz, inefable del mundo onírico.
Pero esa potencia y talento parece tender a relato, el del poeta que se sabe capaz de inventar un mundo y advierte el peligro de habitarlo o figurarlo por mucho tiempo.

Dibuja sus diseños tenue y temerario; oculto en sus figuras, que para él son tan terribles como el espejo, aquel amigo con el que juega a ser inventado. Y es así que los juguetes tienen vida, los objetos, los sentimientos, los sucesos, animación y emoción se hieren traducidos a colores.

Con cierta ontología egureniana se va narrando los aconteceres acaso reales de esta vida metafísica. Pero socializada. No en la insigne soledad del poeta, del duque de nuez, no felizmente perdido entre las figuras; sino oculto de ellas, a hurtadillas, como una Alicia ocasional, y por ello oculto también de las personas, por culpa de las figuras y gracias a ellas.
En realidad es un poeta difícil. Y hasta serio.

Paradojicamente, no hay más mundo que el espejo, símbolo de la humanidad; para hallar el mundo.
El refrán latino dice en son de sabiduría, nada humano me es ajeno, para el poeta esto parece ser ignorancia.
Puesto que a este poeta TODO LO HUMANO LE ES AJENO, y es sólo LA BELLEZA la que deshumaniza, y de la que deja constancia, la que instituye el mundo. Y esa distancia, que se patentiza en la dificultad comunicacional, lo irresuelto. Esa fragilidad conceptual recorre todo el libro.

Volviendo al aspecto técnico, la metáfora es gruesa y pesada porque su tema es la imaginación.
Se hermana con los artistas, cual cofradía y hace suyas sus cuestiones.
Es un monólogo reflexivo, yoísta y abstracto; cuya preocupación es definir una ESTETICA, más como una filosofía de la existencia.
Un dialogo serio y sonoro con el espejo, en tanto reflejo de los egos, laberinto social de la imaginación.
LO QUE JUSTIFICA ESA EGOISTA INMERSION EN LA SOLEDAD LUJOSA DEL MUNDO DE LAS FIGURAS.

Y donde con sorpresa y extrañeza un gesto ingenuo asoma en la imagen de la página.


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